LOS ROSTROS OCULTOS DE LA GUERRA
Inicia en Colombia un nuevo proceso de paz y las esperanzas florecen, pues son muchos los años esperando el fin de un conflicto armado que se evidencia más en las zonas rurales que en las urbanas. Sin embargo, es importante dar una mirada de cómo el contexto de conflicto armado acentúa las diferencias y las inequidades de género que tradicionalmente han caracterizado los ámbitos económicos, políticos y culturales. Por ello, revelar la forma como la dimensión de género penetra las estructuras y las lógicas del conflicto armado es fundamental para lograr una comprensión de fondo de este.
La vinculación de hombres y mujeres a la guerra; los impactos que ellas y ellos reciben, la manera como procesan estos; el tipo de atención que ofrece el Estado, los organismos internacionales de cooperación y las organizaciones de la sociedad civil; las posibilidades de reconstrucción individual, familiar, comunitaria y social; las organizaciones y los modos de resistencia social que se articulan en los territorios de conflicto, en fin, el espectro total del conflicto, de las relaciones en las que este se genera, se mantiene, se limita o se exacerba, está atravesado por las lógicas, los intereses y las necesidades diferentes de los géneros.
Existe un creciente reconocimiento del impacto diferenciado que las guerras y los conflictos tienen sobre las mujeres y los varones. Si bien estos últimos son la mayoría de las víctimas mortales, las mujeres se ven sometidas a violencia, embarazos forzados, esclavitud y violencia sexual, siendo la mayoría de la población en desplazamiento forzado en el mundo.
La violencia contra las mujeres durante los conflictos armados no recibe la atención necesaria es considerada como un elemento colateral o accesorio a los hechos de violencia, según un informe de Amnistía Internacional del año 2004 sobre el conflicto en Colombia, afirma que: «Las mujeres son objetivo de los grupos armados por diversas razones: por transgredir roles de género o desafiar prohibiciones impuestas por los grupos armados, o por ser consideradas un blanco útil a través del cual humillar al enemigo», además dicho informe revela que la violencia contra las mujeres, en particular la violencia y la explotación sexual — incluida la violación sexual y la mutilación genital—, forma parte integral del conflicto armado y continúa siendo una práctica extendida que utilizan todos los bandos en conflicto.
Las mujeres en Colombia son quienes más sufren el conflicto armado de medio siglo, y figuran como las principales víctimas del desplazamiento forzado, la violencia sexual, y son usadas como arma de guerra. Los grupos armados ilegales entre los que se destacan ejercen violencia sexual contra mujeres y niñas, las cuales son también sometidas a agresiones físicas y psicológicas, llegando algunas hasta la muerte.
A pesar de que las víctimas esperaban que con la Ley de Justicia y Paz los primeros crímenes que se confesaran fueran los de la barbarie sexual, de los más de 57.000 delitos que han confesado los ‘paras’ solo 86 son de violencia sexual y de los 4.131 postulados solo 9 hombres están siendo juzgados por estos delitos.
Según la Corporación Arco Iris y otras ONG que tienen registros de los abusos de los grupos paramilitares, tan solo en la última década cerca de 400 mil mujeres fueron violentadas en el marco del conflicto armado. Pero más allá de las cifras el verdadero drama de las víctimas está en la impunidad y el ocultamiento que se le ha dado a sus dramas. Son ellas los rostros ocultos de la guerra, pues los diversos tipos de violencia contra las mujeres en el conflicto son un delito invisible, ni siquiera se toma en cuenta a pesar de que hay otros delitos ligados.
En los informes publicados por el grupo de Memoria Histórica de la Comisión nacional de Reparación y Reconciliación, la investigadora María Emma Wills encontró que en Los Montes de María (Bolívar) y el Magdalena los abusos de los ‘paras’ iban desde cortarles el cabello a las mujeres para humillarlas hasta empalarlas como escarmiento para las demás.
Finalmente, se debe resaltar que el conflicto armado no solo produce muertes de combatientes y civiles, las consecuencias del conflicto han sido múltiples y complejas y, aunque no todas pueden medirse numéricamente, muchas de ellas sí, como son: desplazamiento forzado y su consecuente incremento de la pobreza, secuestro, ejecuciones extrajudiciales, mutilación por minas antipersonales, expropiación de tierras, múltiples tipos de violencia sexual y violaciones específicas de los derechos humanos de las mujeres, es por esto que se debe entender la construcción de paz como un escenario diverso y dinámico donde se vislumbre que el escenario del conflicto es mucho más profundo de lo que se cree, se deben descubrir los rostros ocultos de la guerra, está es la oportunidad en Colombia #SíALaPaz.