¿Por qué no me puedo vestir como yo quiera?
Hace unos días estaba buscando una dirección complicada de encontrar. Debía realizar unas diligencias que me exigían estar elegante, así que me puse un vestido de flores. Como hacía calor, caminaba sin chaqueta para estar lo más cómoda posible. En ese andar me perdí y, de repente, llegué a una calle desolada en la que había bastantes fábricas y algunos puestos de vendedores ambulantes.
Pasé entonces frente a un puesto de una señora que vendía café y ‘mecato’. Ella estaba acompañada por algunos clientes: cuatro hombres que vestían un overol azul y que desayunaban mientras estaban sentados en unas sillas que estaban en la calle.
Un sentimiento de optimismo me llevó a pensar que no me dirían nada mientras pasaba frente a ellos pero, ¿qué creen que sucedió?, empecé a escuchar un: “Psss, psss. ¡Uy mamita! ¡Qué rico!, ¿para dónde va?, ¿la acompaño?”. Nada distinto a las típicas palabras morbosas que diariamente tenemos que soportar las mujeres.
No acostumbro a responderle a estos sujetos, pero me indigné tanto que solo pude pensar en que debía decirles algo. Tomé aire y con toda la valentía del mundo los miré y les dije: “¡Ojalá alguno de ustedes recuerde que tiene hijas, esposa y mamá!”. Inmediatamente, me respondieron: “¡Uy pero qué mamita!, ¡No pues tan delicada!”, y otras tantas cosas que se fueron quedando en el aire mientras seguía mi camino. Se indignaron porque su piropo no era una cortesía para mí y refunfuñaban entre dientes mi osadía.
Posteriormente, me devolví hacia un lugar más concurrido, así que cambie de acera para no tener que encontrarme de nuevo con estos sujetos. En el fondo tenía miedo de que me volvieran a decir algo y de ser agredida porque era una zona en la que no había muchas personas.
Ese suceso me dejó pensando en lo que vivimos a diario miles de mujeres en Colombia y llegué a la conclusión de que nosotras tenemos derecho a vestirnos como nos plazca. Ese día en particular recibí muchos comentarios de diferentes hombres mientras caminaba por la calle y creo que las mujeres no deberíamos sentir miedo al salir con un vestido, una falta o una blusa que deje ver nuestra piel, porque si nos vestimos así no es precisamente para mostrar o no mostrar nuestro cuerpo. Simplemente, es porque queremos. Yo no me visto para los hombres, me visto para mí. Me pongo vestidos porque me siento fresca, libre y feliz.
El acoso callejero es una forma de violencia hacia las mujeres y todavía sigue siendo visto como algo normal, que además las mujeres debemos soportar porque se ha difundido el pensamiento de que es nuestra responsabilidad provocar a los hombres por la manera en que nos vestimos. No existe una ley que proteja a las mujeres contra el acoso callejero, sin embargo sí está en nuestras manos manifestarnos en contra de esta práctica arcaica, que nos hace sentir inseguras y poco cómodas al salir a la calle.
Afortunadamente, en Bogotá existen grupos que lideran acciones contra el acoso callejero. Ese es el caso de Hollaback, movimiento internacional que busca erradicar el acoso callejero hacia mujeres y personas LGBTQIA. En el portal del movimiento Bogotá pueden compartir sus historias, conocer las acciones para poder erradicarlas y saber más sobre esta problemática haciendo click aquí.http://bogota.ihollaback.org/174-2/
Por: Victoria Raquel Alean Cárdenas.